viernes, mayo 17, 2013

gUADALMECÍ


Me muevo en lugares peligrosos, habito ámbitos oscuros, llenos de garcas, chorros de poca monta y minas lenguaraces que venden rifas donde el premio es una encamada con la muerte. El sol es una orgía de sombras y el mejor recuerdo que tengo es un gato morfándose una rata a las tres de la tarde en la equina de Borges y Paraguay (uno de los dos es Borges, aunque muy hambriento no lo veo).
Pero no me quejo. Mi bronca es otra cosa, mi bronca es no poder vivir de la música, no saber escribir un poco mas despacio y no todo de corrido, sin pensar ni amasar las palabras como se debe porque las palabras son el pan nuestro de cada día, pan de locura y crueldad, pan quebrado que el fuego asó en el horno de tus ojos pesados que no paran de pestañar las migas del sueño de lo que nunca serás.
Pero vos tampoco te quejés. La pregunta siempre es: arder o no arder. Dejar que el espíritu se hunda en la hoguera o alimentar la hoguera desde el espíritu. Es como meterse en el subte a las cuatro de la tarde. Algo te devora en dosis ajenas, picos de mugre y siestas de chirridos como fetos de almas reencarnadas en orsai.
Escucho tu voz quemarse viva en el ruego de la crucifixión de la carne después de un polvo-plasma. Escucho tu voz decirme cosas al oído como “te odio cuando respirás así” o “jadeas como un animal” o “a veces parecés un hermafrodita” pero el animal que me calma, me acuna y me alimenta sos vos, el animal que me aleja del diablo sos vos, el animal que me muerde el cuello, me arrastra por el piso y me salva de caer en un nido y ser mordido por las víboras sos vos.
Mi veneno y mi piedad.
Mi nube de sangre. Mi sonido, mi furia.
Mi guadalmecí.