jueves, mayo 31, 2007

Lages

Nadie salta al vacio despuès de tomarse un cafè
nadie
a menos que se llame Delfina.
Ella saltò.
Mejor de dicho: filtrò, bebiò y se soltò.
Tenìamos que ir al cine esa noche
todavìa tengo las entradas guardadas entre la hojas de un libro de Spencer Holst.
Ella es mi maldita vecindad.
Se acerca, se aleja, toca el timbre de la puerta de mi casa sabiendo que no tengo puerta, ni timbre, ni casa.
Ella es asi
parecida al amor y a su mortaja
igual a los frutos que maduran bajo el cielo en el patio de la masacre.
Pasta de trilce, dulce de dientes,
mordedura en la orfandad.

El frìo de este pueblo me alucina
es el oeste del diapasòn
cuerda de una teorìa dispersa en el espejo
sueño en la piedra que canta.
Delfina, su grafía de piedra y una oveja pastando en la nieve.

a ciegas

Trazo el nombre de una mujer que pinta en la oscuridad
ella
envés de la comedia
sacude aridez con su paleta oleosa mientras
tantea nieve o cenizas

medias en los bolsillos, la camisa fuera del pantalòn
mis dedos huesudos que la acarician
y este andar cansino que solo puede llevarme
hacia la tumba de Beatriz
de Inès
o de Maria.


El viento en el aire rìe visionario
yo soy el idiota del cuadro
que mira con secreta ambiciòn la esplèndida playa ambar del ser.
Un murcièlago sueña, borgea y se esfuma patètico.

Alma mìa
ciega alma mìa
¿acaso es tiempo de partir una vez mas?

Desnuda
la palabra viene a socorrerme
a merodearme.
Como un ojo reposando ante la sentencia
obstinada
de quererte asi
la palabra vela luz roìda en un deposito de libros que asoman en la verja de la herrumbre.

Despuès
las tintas secaran al tiempo en la tela.

lunes, mayo 28, 2007

miel bórax

canto tu nombre bajo la lluvia
nombro la casa donde vivimos
evoco en el sueño el mantra que tus pètalas làgrimas
dibujaron sobre la ley del peregrino

no tiembles
el frìo y el miedo son pinzas tejedoras
anidàndose en la noche
que escupe amables riñas
bajo la piel del sauce.

el rio que nos une es la canción que suena en tu memoria