lunes, abril 30, 2007

planalto

Fue una explosiòn serena, controlada en sus mìnimos detalles y alimentada desde el ojo del volcàn con dosis quirùrgicas de pòlvora àcida.
Mi padre me advirtiò que tomara cuidado con los rosarios del templo. Donde ayer habìan, pianos, fagotes y otras insolencias hoy solo hay un pajarraco sobre las piedras ocupando el lugar del rompecabezas de los sonidos. Es un misterio el camino hacia la inmortalidad.
La bùsqueda de un sentido a nuestra existencia hace que toda la razòn del universo pueda poblarse de fantasmas cuando lo que vemos es mas fuerte que la propia crepitud de la batalla.

Yo no me acerco, mis enemigos se alejan.
La verdad de esta conquista irradia fuerza con su dulzor de sangre.
El vuelo de las naves asombra.
Ya no hay mapas, ya no hay mundo que pueda evitar la señal de la infatigable merced.
Vean esos àrboles
Las nubes, el calor y el frìo obedecen leyes térmicas pero también a combustiones del alma.
Todos deberàn dejarse cegar por el rayo del ojo del volcàn
solo asì podremos recordar la
uncial delicadeza de un corazòn abandonado en el amable ambar de la noche.

la biblioteca de Megapisleon

llevas un niño en tus brazos doloridos
un pliegue de labios bajo la tierra
de los àngeles y del desamor
un viejo tren
marcha despacio hacia el rio.
Dicen que ocupo tu cuerpo cuando los libros me leen
espìritu de tinta
recuerdo
haber reencarnado en almizcle cierta noche densa
cuando vos estabas lejos.

husmeo
texturas de aire
nubes
besos
tibiezas
metàforas y mantengo la fe poètica de que este no verte es apenas ceguera
y no
mineralizaciòn.

¿quièn respira?
Algo se refugia en el corte final de la pelìcula
de manera tal que
los tìtulos
estàn impresos sobre una chapa de zinc
(cuando llueve se oxidan).

El tiro de gracia rodea al tambor
y si bien nadie se hace escriba afilando un cuchillo
hay que cuidarse de las hojas que explotan en el otoño
de la revoluciòn.

pozo

casi me mato en una esquina de buenos aires pensando en ella
animal que canta a spinetta desde su ulular ralo
niña pròdiga de huecos frutos
nieta
de mis palabras sos
nieto de tu sangre yo
chiquito que agiganta la olas trastocadas
de nuestra pintura blanca
manchada con tiza volcànica
cenizas del ser
en el fondo del plano